Sí, aunque el desaliento por el poco fruto nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falte el dinero y los auxilios humanos, aunque nuestras obras se vinieran al suelo y tuviéramos que empezar de nuevo...
Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y sus necesidades para socorrerlos; y los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto el que a cada uno Dios nos señala...
¡Madre nuestra! ¡Que no nos cansemos!
¡Nada de volver la cara atrás! ¡Nada de cruzarse de brazos! ¡Nada de estériles lamentos!...
Mientras que nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos, en nuestros pies, que puedan servir para dar gloria a Él y a Ti, y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos...
¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que cansarnos! Amén.
San Manuel González
Apóstol de los Sagrarios abandonados
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