La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice, en su artículo 13, que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir libremente su residencia en el territorio de un Estado”; también dice que “toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio y a regresar a su país”. Por lo tanto, migrar es un derecho de toda persona, no debería suponer un acto de valentía en el que puedes perder la vida, como pasa habitualmente a las puertas de Europa o como ocurre cada día en los desiertos de África. Pero nadie se pregunta, ¿por que las personas arriesgan su vida?, quizás…
- porque en sus países, tan ricos en recursos naturales, la gente sufre hambre y no tiene trabajo,
- porque en sus países llega la Coca-Cola hasta cualquier rincón, pero no llega la aspirina,
- porque en sus países nunca se consigue la Paz, pero donde fabricamos las armas disfrutamos de Paz.
Por eso migrar, es como estar en una habitación en llamas y que cuando intentas salir de ella, tu vecino te cierre la puerta. La inmigración no se puede solucionar solo con policía y controles en las fronteras. España y la Unión Europea deberían de tomar otras medidas y apoyarlas con financiación suficiente.
Ninguno de nosotros dejamos a nuestras familias y a nuestra gente por gusto, salimos de nuestro país porque allí no tenemos esperanza, ni para nosotros ni para los nuestros. En los medios se habla continuamente de lo que pasa en nuestras fronteras, de la muerte continua de gente en el Mediterráneo… de los saltos de la valla… apenas se menciona el larguísimo camino previo hasta llegar a la cruel puerta de Europa… el largo camino por África… que dura meses e incluso años… Quienes nos jugamos la vida intentando llegar a Europa somos más víctimas, que culpables de algo. Somos víctimas de un sistema injusto en el mundo donde el dinero es más importante que la vida y la dignidad de las personas. Aunque sigan poniendo vallas muy altas y con cuchillas, las personas seguiremos huyendo de la miseria, de la injusticia y de lugares donde no existen los derechos humanos.
Los que hemos conseguido pasar las fronteras exteriores de Europa, todavía tenemos que conseguir pasar las fronteras interiores de muchas de las personas que aquí encontramos. Estas son aún más dolorosas, porque son invisibles, se levantan sobre miedos, sobre desconocimiento de quienes somos, prejuicios que se ven justificados por las leyes y políticas migratorias, que nos llevan a la pérdida de derechos básicos, impidiéndonos el disfrute de una situación administrativa regular, en muchos casos empujados a situaciones de extrema necesidad, que expulsan a personas extranjeras, desarraigando a muchas de ellas y privando de libertad a algunas.
La Ley de Extranjería, prohíbe la discriminación y la define como: “todo acto que, directa o indirectamente, conlleve una distinción, exclusión, restricción o preferencia contra un extranjero basada en la raza, el color, la ascendencia o el origen nacional o étnico, las convicciones y prácticas religiosas, y que tenga como fin o efecto destruir o limitar el reconocimiento o el ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y de las libertades fundamentales en el campo político, económico, social o cultural.” El Código Penal, en su artículo 510 cataloga como delito la incitación a estas conductas discrimintorias.
Pero en la realidad, lo que nosotros vivimos cada día son:
- Redadas racistas, controles policiales de documentación basados exclusivamente en nuestros rasgos raciales, que además de hacernos sentir humillados, provocan que la gente nos vea como delincuentes, generan una alarma social innecesaria y criminalizan a las personas migrantes.
- El temor a andar por la calle, ha llegado hasta nuestras casas, ya que en los últimos meses, la policía incluso viene a nuestros domicilios a pedir las documentaciones.
- Aquellos que hemos conseguido permiso de residencia y trabajo, para poder renovarlo, tenemos que cumplir unos requisitos casi imposibles en tiempos de crisis, habiendo personas que tras años de vivir con la residencia vuelven a la irregularidad del principio.
- Cada día sufrimos más dificultades para acceder al padrón, derecho de todos aquellos que vivimos en un municipio, lo que a su vez nos complica el acceso a otros derechos: sanidad, escolarización, empleo…
- Todo esto, tras haber pasado, en muchos casos, por los Centros de Internamiento, que dicen que no son cárceles, y tienen razón, son mucho peor. El no tener papeles es una falta administrativa, no es un delito, pero se nos detiene y esposa. En estos centros las muertes no son hechos puntuales, como tampoco lo son en los vuelos de deportación.
- Los Medios de comunicación fomentan día a día el miedo a la diferencia, con el perjuicio que esto tiene en la convivencia en los barrios, ¿no sería más acertado resaltar todo lo que nos acerca? El amor a la familia, el deseo de un futuro próspero para nuestros hijos e hijas… nuestros sueños y esperanzas como seres humanos, lo que realmente importa en la vida, independientemente de nuestra procedencia, religión, idioma o cultura son, aunque a mucha gente le cueste creerlo, muy parecidos.
En la migración se manifiestan injusticias, pero a la vez, las migraciones permiten ver una nueva sociedad, en la que se superan las fronteras, se reconocen y reconcilian las diferencias y toma forma una ciudadanía universal. Pedimos una política migratoria justa y humana y queremos promover una convivencia que construya una sociedad más justa, libre de prejuicios y falsos mitos, unos barrios unidos, una ciudadanía plural y comprometida, que configure nuestros pueblos y ciudades. Recordamos que la condición de irregularidad administrativa no puede ser excusa para pisar la dignidad del migrante, ni vulnerar sus Derechos humanos. Pedimos, por tanto el cese de las redadas racistas que tienen por objeto la búsqueda de personas en situación administrativa irregular basándose en criterios étnicos, ya que además de lesionar los derechos de las personas directamente afectadas, perjudican la convivencia y la cohesión social.
¡NO EXISTEN PERSONAS ILEGALES! CONSTRUYAMOS UN FUTURO COMÚN
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