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lunes, 15 de febrero de 2016

TRANSFORMEMOS EL MUNDO DESDE EL AFECTO Y LA TERNURA

70 personas nos hemos dado cita este fin de semana pasado en el Monasterio de Ntra. Sra. del Soto. Ya es algo tradicional en la Parroquia de La Asunción, el Encuentro anual de Familias. Niños y jóvenes que participan en distintos grupos o realidades parroquiales, con sus padres.
Cada año se trata un tema distinto, y se trabaja con diversa metodología. En esta ocasión, y por estar inmersos en el Año Jubilar de la Misericordia, el lema ha sido: “TRANSFORMEMOS EL MUNDO DESDE EL AFECTO Y LA TERNURA” Un tema que ha dado mucho de sí y del que hemos disfrutado y aprendido de la mano de Ramón Aymerich, Terapeuta ocupacional de Madrid al que agradecemos su esfuerzo y todo lo que nos ha enriquecido con su saber
La tarde del sábado después de asentarnos en las dependencias del Monasterio y merendar, y del saludo de bienvenida del Párroco, Juan Carlos, los niños se fueron con sus acompañantes, que tenían su propio programa, y los adultos con Ramón, nuestro acompañante para estos dos días. ¿Qué puedo aportar yo para transformar el mundo? Cualidades, talentos….a ritmo de música y variadas dinámicas, descubrimos los potenciales que Dios nos ha dado, y a los que a veces, nos cuesta poner nombre. Cena compartida y juego nocturno. El lugar se hace propicio para juegos con suspense, miedo… en ese figurado manicomio acontecieron cosas extrañas que hubo que dilucidar, gritos, risas, miedo… un rato de diversión para todos. La hora de acostarse se dilató, pero mereció la pena la noche.
El domingo después del desayuno, continuamos con la actividad de la mañana, en la misma línea del día anterior, pero en esta ocasión, descubrimos la importancia de manifestar el cariño y el afecto como método infalible para llevar a cabo este mundo según Dios lo ha soñado, poniendo el amor y la ternura como centro de nuestras relaciones. Y todo ello con muchas dinámicas que progresivamente nos fueron ayudando a sacar el potencial que todos llevamos dentro. Los niños y jóvenes, por su parte, no desaprovecharon ni un minuto para jugar y divertirse, con las propuestas que sus acompañantes les habían organizado.
Alrededor de la una, celebramos la Eucaristía, que tuvo como signo distintivo la imposición de la ceniza, como gesto de voluntad de cambio y transformación en nuestra vida. A continuación y con un ambiente tranquilo y sosegado, compartimos la comida y poco a poco recogimos y nos fuimos a nuestros destinos. 
Niños, jóvenes y adultos, nos hemos ido con un buen sabor de boca de todo lo que hemos vivido y experimentado este fin de semana.

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