Más
de 200 millones de personas se encuentran desplazados de sus tierras y hogares
por diversas razones. Este año se han superado las cifras de muertos al
intentar cruzar el mar Mediterráneo (más de 5000 personas). Por ello, sobran
razones para tener presentes en estas fechas a las personas que migran. No olvidemos
que la Sagrada Familia fue migrante en Egipto, huyendo de la violencia de
Herodes. Vivimos en un país al que acuden cada año miles de personas en busca
de una vida más digna. Muchos se quedan en el cementerio del Mediterráneo, en la
inmensa tumba de arena del desierto o colgados de las vallas que cierran
nuestras fronteras. En la celebración del jueves 18 de diciembre se ha querido
recordar a todas estas personas que sufren, entre otras cosas, de nuestra
propia indiferencia. Intentemos poner nuestro granito de arena para acoger a
todos nuestros hermanos y hermanas que proceden de otros países. Que nadie en
este mundo se sienta excluido, ya que Dios no tiene puertas, no las pongamos
nosotros.
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